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[OPINIÓN] COVID-19: Pandemia de retos, soledad y emociones

Por Dr. Alejandro Araya Soza y Dr. Francisco Bueno Natusch
Hospital Regional de Antofagasta

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En esta calma, después de la tormenta, nos hemos detenido a procesar todo lo ocurrido:

Al comienzo todo fue miedo y desesperanza, solo teníamos los antecedentes de lo que estaba ocurriendo en Europa, China, veíamos a países como Ecuador que no lograban atender a las necesidades que surgen con el COVID19, fallecidos en las calles o afuera de los servicios de urgencia. Las imágenes en televisión y redes sociales eran desesperanzadoras, si esto les ocurría a países del primer mundo ¿qué sería de nosotros en un hospital de una provincia de Chile como Antofagasta?

Pasaron los días desde que se conocieron los primeros casos fuera de nuestro continente y en Europa vimos las medidas desesperadas de los equipos de salud con su stock de Elementos de Protección Personal (EPP) quebrados, también con temor veíamos casos de profesionales de salud fallecidos cumpliendo con el deber, otros casos de familiares de funcionarios de salud muertos víctimas del COVID19, virus llevado desde los distintos centros de salud a sus hogares.

Soledad, lo que se percibía en el ambiente era soledad y desolación. En nuestras mentes abundaba el miedo, un inmenso deseo de huir, el egoísmo de estar a salvo de toda esta oleada de desesperanza, sin embargo, entre los funcionarios y funcionarias aguerridos del Hospital Regional de Antofagasta estaba la convicción que no daríamos un paso atrás a nuestro juramento hipocrático, a nuestra vocación de servicio. Es en ese entonces cuando algunos fueron estudiando la enfermedad a medida que pasaba el tiempo, todos los días los más estudiosos del equipo descubrían que había pacientes con factores de riesgo que propiciaban un desarrollo más grave de la enfermedad producida por este nuevo coronavirus, generando alta demanda de las Unidades de Cuidados Intensivos. También a través de los reportes científicos descubríamos cómo dar mejor tratamiento a los pacientes, cómo se producían los contagios.

En esos momentos cuando veíamos que algo de esperanza podíamos tener en esta batalla, sufrimos la discriminación de muchos vecinos de la ciudad, en los edificios donde vivíamos se nos pedía no usar ascensores, la gente se alejaba de nosotros, de un eterno anonimato, ahora estábamos en la mira de muchos. Al llegar a nuestros hogares, poco podíamos descansar, ocurrían situaciones en el Hospital que de inmediato requerían nuestra atención. Llamaban las jefaturas por teléfono y la notificación era recurrente: algunos compañeros se fueron a aislamiento por ser contacto estrecho o directamente por ser positivo para Covid19, al finalizar la llamada, debíamos prepararnos para hacer otro doble o triple turno, o para ayudar a programar con otros colegas.

Mientras tanto iba apareciendo nueva evidencia científica, debíamos cambiar las normas sobre el manejo de los pacientes COVID, esto significaba llegar a estudiar en la casa después del trabajo para poder resguardar que otros pacientes no se infectaran o que no se infectara el personal. Además de esta sobrecarga emocional y de tiempo, debimos estudiar aspectos estratégicos, logísticos, nos autoexigimos a no equivocarnos, estaba mucho en juego y para ello sentíamos la obligación de tomar las medidas más certeras para el resguardo de los pacientes y funcionarios. Aislados del mundo exterior, el hospital se convirtió en nuestra familia aún hasta para el más huraño de nuestras filas, pero incluso en medio de este sombrío escenario, los sentimientos más característicos y nobles de la humanidad salieron a relucir. Convivíamos funcionarios y pacientes compartiendo tristeza y alegría, a veces risas, a veces llanto, otras veces preocupación, y también luto.

¿Cuántas camas críticas debíamos abrir para cubrir las necesidades de la población?
Esta pregunta era la más complicada de todas, aún no teníamos certeza de cómo se comportaría el virus en la población chilena, ¿cuál sería la tasa de contagio en una ciudad que ha tenido enraizada la migración durante décadas?

Se presentaban teorías y trabajos de investigación a las autoridades para poder llegar al número definitivo y no pasar por la pesadilla de la última cama disponible. Por suerte para Antofagasta, fuimos una de las últimas comunas en estar afectada por la pandemia, por lo que podíamos hacer estimaciones del plan de trabajo, teníamos “un par de semanas epidemiológicas de ventaja” respecto a otros compatriotas que se vieron muy afectados como en la Zona Austral y Araucanía.

En el caso de Antofagasta predijimos una tasa de contagio similar a la de la Araucanía por sus indicadores de acceso al agua potable y por los indicadores de vivienda. La pandemia se comportó de forma asincrónica en el territorio nacional durante el 2020 en la primera oleada.

Los desafíos que debió enfrentar el equipo de líderes del hospital más grande entre Lima, Perú y Santiago de Chile fueron múltiples: el primero, asegurar el stock de los EPP para los funcionarios, tener suficientes ventiladores mecánicos para dar soporte vital a los pacientes que lo requerían, aumentar la dotación de personal capacitado, sin duda ésta última fue una de las tareas más complicadas pues este tipo de pacientes demandaban un manejo altamente capacitado. Para cumplir con este objetivo, hubo muchos líderes de nuestro hospital que se dedicaron a entrenar a personal joven para el manejo de pacientes de cuidado intensivo, algunos de estos nuevos funcionarios, en su mayoría jóvenes con poca experiencia, por distintos motivos pedían cambio de servicio o simplemente renunciaban a las labores encomendadas. Nada que reprochar, sabemos que esos primeros meses fueron extremadamente agotadores y emocionalmente difíciles de manejar, incluso para aquellos más experimentados, mucho más para quienes recién se iniciaban en sus distintas profesiones.

Durante esta pandemia, también nos tocó sufrir divorcios laborales temporales. Dejamos en casa a varios funcionarios, principalmente adultos mayores o con diversas patologías, para resguardarlos de la enfermedad, muchas de esas personas contaban con alto grado de experiencia en nuestro Hospital, sin embargo, no pudieron atender presencialmente a pacientes, pero no se desconectaron de sus funciones ya que muchas veces llamaban para aconsejar sobre cómo ir ordenando los casos y ayudando a resolver dudas e inquietudes.

A comienzos de abril de 2020 nos preparábamos para lo peor, sentíamos como si íbamos a la guerra y muchos pensaban que quizás morirían atendiendo a sus pacientes, algunos nos aislamos de nuestras familias por temor a enfermarlos y con el miedo a cuestas, nunca dudamos en acoger a nuestros pacientes en la soledad del hospital, en ese “aislamiento social” que nos pidieron realizar y que debimos cumplir. Las medidas preventivas impedían que compartiéramos una comida con nuestro equipo para desestresarnos, es decir, las consecuencias de no cumplir rigurosamente con las medidas de autocuidado podrían ser tan devastadoras que lo mejor era evitar exponernos.

Pero el no poder compartir una comida juntos como trabajadores no fue lo peor, ver a queridos funcionarios en la UCI, a nuestros amigos o amigas de trabajo durante años ahora intubados, sí fue lo más difícil… y soterradamente, el miedo seguía allí y pensábamos que era cuestión de tiempo para que llegara nuestro turno de enfermar. A diferencia del aislamiento de la mayoría de los hogares en que se escuchaba que “algún vecino se infectó”, para nosotros estar todos los días en ese hospital fue una batalla dura de fortaleza anímica porque debíamos entregar lo mejor a nuestros pacientes y compañeros, ni siquiera teníamos tiempo para reflexionar en estos sentimientos que hoy compartimos.

Durante la segunda ola, a comienzos de 2021, fue todo más complejo. El agotamiento del equipo humano ya se percibía. Desde el Hospital Regional de Antofagasta alertamos al MINSAL sobre la creciente ola que comenzaría a llegar en la primera quincena de enero, esto gracias al estricto monitoreo epidemiológico que llevábamos en la institución.

Las tasas de contagio durante la primera ola superaron cualquier pronóstico y en esta ocasión los focos estaban en las comunas litorales. En ese momento se buscaban alternativas para duplicar la capacidad máxima del hospital y no nos quedamos de brazos cruzados. Solicitamos ayuda al nivel central para conseguir camas críticas para todos los hospitales de la red. Se pidió ayuda a la FACH y en total fueron trasladados 200 pacientes intubados con ventilación mecánica a otros hospitales del país, los primeros fueron recibidos en Osorno, y aquí vimos una vez más, una gran capacidad de coordinación, movilización, solidaridad y resolución.

Sin duda que sacamos todo lo que nos quedaba de ánimo y energía para este desafío. Hubo un día que llegamos a recibir hasta 14 pacientes intubados o para intubar, la adversidad de lo vivido requirió de personas no solo calificadas profesionalmente hablando sino más aún con calidad humana sobre el promedio, y lo gratificante es que los encontramos, no tuvimos que salir a buscarlos, estaban aquí entre nosotros mismos. En este punto, deseamos hacer un reconocimiento especial a todas las funcionarias que, siendo madres, mantuvieron y en muchos casos aumentaron sus jornadas de trabajo, impulsadas por un profundo compromiso profesional y ético, dejando de lado tiempo importante con sus hijos e hijas, y todo por ayudar a atender esta difícil situación que hemos vivido. Ellas, sin duda, son verdaderas heroínas de nuestro país.

Esta crisis, sin precedentes hasta ahora, hizo que muchos líderes tuvieran que surgir, no había decisiones fáciles ni descanso para tomarlas, a veces sólo bastaba con ver la voluntad y empeño de miles de compañeros que llegaban con una sonrisa, a pesar de haber trabajado más de 24 horas continuas y aún así seguir dispuestos a servir a nuestra población. Eso bastaba para inyectarnos la motivación necesaria para repetirnos unos a otros que sí podíamos vencer todo esto.

Pasaban los meses y seguíamos con el mismo ritmo, tratábamos de no pensar en situaciones como ¿cuándo acabará esto?. Aún no tenemos la respuesta, y aunque obviamente estamos en un mejor escenario, tenemos más del 80% de la población nacional vacunada con esquema completo, estamos avanzando como nación en la aplicación de las dosis de refuerzo, siendo líderes no solo en la región sino en el mundo entero. No podemos decir que la batalla ha terminado, ni siquiera podemos decir que el enemigo ha sido derrotado, pero sí podemos decir con cero dudas y muchas pruebas que, con el concurso de todos, juntos y unidos, vamos a derrotar esta gran adversidad.

Sabemos que no todo ha sido perfecto, nos falta mucho por mejorar y en eso consiste la vida, no en ser perfectos sino en intentarlo. Aprovechamos además estas líneas para agradecer a todas y todos los funcionarios de salud, sin excepción, por ayudarnos a cumplir nuestra principal tarea: brindar atención a nuestros ciudadanos.

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