Por: Alejandro Cataldo Díaz
Egresado de Administración Pública, Universidad de Antofagasta.
En el plebiscito de 1988, la opción para que Pinochet siguiera en el cargo de presidente de la república obtuvo un 44% de los votos. Eso, a número de votantes fue de aproximadamente 3 millones. Como dato, esos votos son más de los que sumaron los candidatos que ayer pasaron a segunda vuelta. ¿Dónde han estado todas esas personas que votaron a favor para que un dictador siguiera gobernando?
Las respuestas pueden ser muchas, pero la que más toma sentido en estos momentos es que esas personas, sus cercanos y sus hijos ayer le dieron su voto a un candidato visiblemente neoliberal y conservador, características que fueron consignadas en algún momento, no muy atrás en el tiempo, como propulsoras de un estallido social.
El candidato de la extrema derecha no solo ganó en los bastiones que los conservadores suelen tener en los tiempos de elecciones, ganó en lugares visiblemente populares y de gente de clase media, como las comunas de Arica e Iquique, por poner dos ejemplos.
¿Cómo se explica entonces que después de vivir una “revuelta” social de gran envergadura, la gente le haya dado su voto de confianza a una persona que está en contra de todas las demandas, de fondo, que en ese momento se pidieron?
El triunfo del pinochetismo no solo está en las ideas, está principalmente en el miedo hacia movimientos de izquierda, y en lo posible, que tengan en su nombre algo alusivo al comunismo. El terror que inundan los personeros de derecha a las candidaturas de izquierda pasa como agua para algunas personas, entre ellas los votantes, ciertos medios de comunicación y ciertos periodistas, que al parecer no les incomodan las ideas que divulga el candidato aludido.
Esas personas que votaron “SI” a Pinochet inculcaron en sus herederos, y también fueron potenciando personalmente, ese miedo. El temor a convertirnos en cierto país caribeño, el miedo al terrorismo en regiones del sur, a la delincuencia, al desempleo, a la crisis económica, e incluso, temor a cambios en el lenguaje, como el uso hoy más común de la “e” para referirse a personas no binarias o hablar en plural. Si existe un mérito que han tenido los políticos de la derecha es el manejar y gestionar ese miedo, con nuevas propuestas de políticas públicas y con triunfos electorales.
Por otro lado, la dictadura dejó un legado que a muchos no parece molestarles, que es propio de una herencia neoliberal: el individualismo. Franco Parisi, obtuvo la primera mayoría en regiones como la nuestra. Una persona que ha estado constantemente cuestionada por sus acciones, denuncias de acoso, demandas por no pago de pensión alimenticia y acciones nulamente probas como lo es no estar en el país para una elección donde era candidato. ¿Cómo se explican sus números y la confianza de sus adherentes?
Lo que más se va a escuchar para explicar dicho fenómeno es que Parisi vendía el cuento de que él no era ni de izquierda ni de derecha, la crítica a todo el mundo político y sus profesionales. No obstante a ello, creo que en las regiones donde Parisi ganó, existe un profundo individualismo. Los antofagastinos hemos crecido con la idea de que somos “el sueldo de Chile” y los políticos “no nos pescan” o “nos tienen tirados”; se ha ido creando una identidad en base a esa idea, que puede ser de cierto modo real. Parisi se diferenciaba del mundo político en base a una crítica despectiva. Probablemente, al antofagastino le convenció eso, la crítica a un mundo político que lo tiene abandonado y no le da lo que él piensa que es justo.
Para finalizar, al votante promedio de Kast parece no molestarle que su candidato fue y es un fiel seguidor de Pinochet, una persona que mató, torturó, quemó, despedazó, hundió y desapareció a miles de chilenos y chilenas. Por consiguiente, al votante promedio de Kast, no lo molestan las violaciones a los derechos humanos. Eso, estimados y estimadas lectoras, es lo peor y más vil del triunfo del pinochetismo.